La creación del hombre
La humanidad atravesó por cuatro soles o “edades” antes de que los
dioses crearan al hombre tal y como lo conocemos hoy. Es durante el quinto sol,
cuyo principio tuvo lugar hace muchos, muchísimos años en Teotihuacán, bajo la adoración
de Quetzalcóatl, que los dioses nuevamente se reunieron, preocupados por
establecer una nueva especie humana sobre la tierra.
- ¿Quién vivirá en la tierra? Porque el cielo ya ha sido
cimentado, y ha sido cimentada la tierra. ¿Quién vivirá en la tierra, oh
dioses? – se preguntaban afligidos.
Y luego se fue Quetzalcóatl al Mictlan en busca de los huesos
preciosos y allí habló con Mictlantecuhtli, señor de la región de los muertos.
- Vengo en busca de los huesos preciosos que tú guardas; vengo a tomarlos.
- ¿Qué harás con ellos, Quetzalcóatl?
- Los dioses desean que el hombre habite en la tierra.
- Está bien… has sonar mi caracol y da cuatro vueltas alrededor de
mi círculo precioso – pidió a propósito el señor de la región de los muertos,
pues en realidad no quería ceder los huesos para construir a los hombres.
Pero el caracol no tenía agujeros por donde Quetzalcóatl pudiera
entrar a darle vueltas. Entonces el dios llamó a los gusanos para que le
hicieran agujeros y luego solicitó a las abejas para que entraran e hicieran
sonar el caracol.
Al oírlo, a Mictlantecuhtli no le quedó más que decir: “Está bien,
toma los huesos”. Pero luego cambió de opinión y se dirigió a sus servidores:
“¡Gente del Mictlan! Dioses, decid a Quetzalcóatl que tiene que dejar esos
huesos, que pertenecen a las generaciones pasadas, que su lugar está aquí”.
A lo que el dios Quetzalcóatl repuso: “Pues no, de una vez me
apodero de ellos”. Y se encaminó hacia donde estaban los huesos, pero luego
reflexionó y, a través de su nahual – su doble -, les habló y les hizo creer
que volvería para regresarlos: “Vendré a dejarlos”. Repitió la voz del nahual.
Mientras tanto, Quetzalcóatl ya había subido por los huesos, estaban por
separado los huesos de hombre y los de mujer y sólo era cuestión de amarrarlos
y eso hizo y se los llevó.
Pero el señor de la región de los muertos nada más no estaña
contento, y todavía se preguntaba: “Dioses, ¿De veras se lleva Quetzalcóatl los
huesos preciosos?”
Pero Quetzalcóatl ya estaba descendiendo del Mictlan. Entonces, a
Mictlantecuhtli se le ocurrió de todos modos que aún era tiempo de rescatar los
dichosos huesos y ordenó a sus servidores: “Dioses, id a cavar un hoyo… ¡Id a
cavar un hoyo! De inmediato, éstos fueron presurosos y se adelantaron unos pasos
por donde pasaría Quetzalcóatl y, efectivamente, cuando éste pasó: ¡Pashs!...
se tropezó y se cayó al hoyo.
Quetzalcóatl cayó muerto. Había soltado los huesos preciosos y se
esparcieron por ahí en la superficie. Unas codornices que andaban revoloteando observaron
la escena y aprovecharon el deshuecerío para picarlos y roerlos, y no dejar uno
con forma.
Al rato resucitó el dios Quetzalcóatl, angustiado y hablando con
su nahual:
- ¿Qué haré, nahual mío?
- Puesto que la cosa salió mal… ¡Que resulte como sea! – le
contestó aquél.
Quetzalcóatl juntó los huesos medios roídos, los recogió y se
regresó a Tomoanchan, hecho un verdadero lío.
Tan luego llegó, la doncella Quilaztli los molió perfectamente y
los puso en un barreño – vasija – muy elegante, mientras Quetzalcóatl
descansaba de su misión. Después se juntaron los dioses y Quetzalcóatl sangró
su cuerpo sobre los huesos molidos; todos hicieron penitencia y al fin
decretaron: “Han nacido, oh dioses, los macehuales – los merecidos por la
penitencia –. Porque, por nosotros, otros dioses también hicieron penitencia”.
¿Sabías que?
El nahual era el otro ser en que se podían transformar los dioses,
pues tenían el don de la dualidad.
Fuentes:
Nélida Galván – Mitología Mexicana para
niños.
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