Un buen día Quetzalcóatl decidió bajar a la tierra y transmitir a los hombres sus conocimientos. Antes de dejar el hogar donde vivía con sus creadores – el señor y la señora Ome –, “la serpiente emplumada” fue a su huerta, rodeada de jardines encantados, y recogió algunas semillas de cacáhuatl y cacao para traerlas a la tierra y obsequiarlas a los hombres.