Teotihuacán
Los dioses crearon en la tierra un lugar bañado con la esmeralda de la
vegetación. Todo era perfecto, hermoso y lleno de colorido: Teotihuacán, la
ciudad de los dioses.
Ése era el lugar donde la serpiente aprendió a volar; es decir, donde el
hombre alcanzaba la categoría de ser celeste. Los señores que ahí eran
enterrados se convertían en dioses: Al morir, en realidad despertaban de un
sueño que habían vivido, por eso cuando los hombres morían, no perecían, sino
que de nuevo comenzaban a vivir y los habitantes del cielo decían:
“Señor o señora, despierta que ya comienza a amanecer, ya es el alba, ya
comienzan a cantar las aves de plumas amarillas, ya andan volando las mariposas
de diversos colores. No has venido sino a soñar a la tierra.”
Teotihuacán tal vez sea la ciudad prehispánica más grande que se conoce.
De lo que no cabe duda es de su eminencia como foco cultural y su influencia en
otros pueblos. Fue una urbe creada de acuerdo con un plan preconcebido, de
entre las “grandes” aglomeraciones de la antigüedad.
Teotihuacán sobresale por su extraordinaria planificación urbana; toda
la ciudad se encontraba dotada de un completo sistema de desagües que conducían
el agua de lluvia al río más cercano. La ciudad se edificó en torno a dos ejes,
de los cuales se desprendían pirámides, zonas residenciales agrupadas en
manzanas, y delimitadas por calles y acceso hacia el centro de la ciudad. Éstas
eran sólo algunas de las muchas razones por las que Teotihuacán se convirtió en
un imán al que acudían comerciantes, artesanos y mercaderes de las zonas más
alejadas de Mesoamérica.
No pocos de esos extranjeros se establecieron definitivamente en la urbe,
creando incluso calpullis de zapotecos y de otras gentes llegadas de las costas
del Golfo – como las comunidades de extranjeros en la actualidad –.
Las dimensiones de la ciudad y su planificación no se explican sin la
existencia de una sociedad claramente organizada, estando a la cabeza los
sacerdotes, quienes ostentaban el poder político y económico, y monopolizaban
el conocimiento, que les servía para dirigir la vida del pueblo.
Los comerciantes desempeñaron un papel muy especial pues en sus viajes
difundieron la influencia cultural teotihuacana hasta Guatemala y El Salvador –
Centroamérica –. Los artesanos y
campesinos, se encargaban de producir no sólo pata el consumo interno sino para
intercambiar con otros pueblos.
La población vivía en los calpullis, cada uno
conformado por personas del mismo oficio o por familias y parientes.
Una de las principales edificaciones era la
Gran Pirámide, consagrada al culto del Sol; la grandiosidad de sus pirámides y
templos dejan ver el prestigio religioso que gozó la ciudad y que con el tiempo
se convertiría en un centro de peregrinación.
Fuentes:
Nélida Galván – Mitología Mexicana para
niños.
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