El Rey Midas
Midas era un rey que amaba el oro sobre todas las cosas. Un día apareció un hada y le dijo:
- Pídeme una gracia y te la concederé.
Midas le pidió que todo cuanto él tocase se convirtiera en oro.
El hada se lo concedió y el rey Midas se sintió lleno de alegría.
- ¡Qué feliz voy a ser con tanto oro! – dijo.
Fue a coger una flor y se le volvió de oro. Tomó una manzana para comerla y también se convirtió en oro. Pidió agua para calmar su sed, y agua y copa se volvieron de amarillo metal. Quiso comer y no pudo. Todos los manjares se convertían en oro apenas los tocaba.
Hallábase lamentando el error que había cometido, cuando acudió a consolarlo una hija suya por la que sentía un gran cariño, pero no bien la tocó, la niña quedo convertida en estatua de oro.
Hambriento, sediento y desesperado, el pobre rey estaba llorando sobre la estatua de su hija. A todo renunciaba con tal de volver a la vida a aquella criatura que era toda su alegría. En el momento en que lloraba con más amargura, el hada se le apareció.
- ¿Estás satisfecho, Midas? – preguntó.
El desgraciado rey le pidió la gracia de devolver la vida a su hija y de que le quitase a él aquella ingrata facultad de convertir en oro todo lo que tocaba.
Sus lágrimas enternecieron al hada, quien le concedió lo que pedía.
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